El primer corte de difusión de este disco exhibe de manera sintética la propuesta de la banda y su deconstrucción de la figura del ciudadano promedio, un ciudadano vaciado de sentido por el discurso propagandístico de la prensa y presionado para simpatizar con el discurso oficial político de turno que inscribe a los ciudadanos en tendenciosos partidismos y polariza la opinión, pero es incapaz de imaginar soluciones para problemas reales y concretos.
La crítica del disco, de este modo, se instaura como contestación a los constreñimientos sociales que continuamente moldean y modelan la consciencia del ciudadano pero le impiden reflexionar sobre su práctica o derecho a expresarse sin necesidad de adhesión a un discurso específico. De allí que, como símbolo antinómico o contracultural se levante en el videoclip una bandera norteamericana con los colores invertidos o desaturados:
El verde que la impregna funciona como una inscripción y como una transición; inscripción porque la saca del consabido referente que fija el compositor y marine John Philip Sousa con su The Stars and Stripes Forever, y transición porque abre un movimiento de descomposición que culmina con el borramiento de esa inscripción o referente que forma parte del legado patriótico norteamericano y su necesidad de reforzar continuamente valores patrios fundados en el belicismo o la configuración de un enemigo hipotético.
Por este motivo, la abdicación de la bandera también se utilizará como epítome de la primera polarización que fragmenta al país y, en consecuencia, como rechazo de cualquier forma de polarización que devenga en violencia. Recordemos, al respecto, que durante la Guerra Civil Norteamericana o Guerra de Secesión (19-861-1865), a raíz de la derogación de la enmienda para liberar a los esclavos y ponerle fin a su explotación en las plantaciones de algodón, se enfrentaron el Norte y el Sur justamente a partir de polarización de la opinión.
En este sentido, no es fútil considerar que la negación sobre la que hace énfasis en la letra sea una negación del ciudadano promedio que vota y ratifica ese orden de violencia simbólico con su voto:
En el marco de la letra, no ser es no adherir, ya que adherir implica negarse a reflexionar sobre la dimensión de los actos y las consecuencias que se desprenden de los mismos. El americano idiota, en consecuencia, no debe pensarse como un clisé que alimenta la industria del espectáculo sino como una construcción específica del discurso de poder que la banda combate a través de la refuncionalización del símbolo patrio que unifica consignas como la discriminación, la marginación o la guerra buscando consenso dividiendo la opinión del público.
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