La segunda canción del álbum nos presenta a su personaje, al testigo del proceso de vaciamiento que lleva a cabo el Estado. El poder instituido que se delata en la apertura, así como el discurso homogeneizante que se desarma, se retoman desde otro ángulo; pues ahora ese no querer ser, no querer ser un espejo o eco del montón, no se lee desde la resignación, sino desde la posibilidad de mantener una elección y, en este sentido, de romper con el modo de vida aburguesante que impone la sociedad.
El protagonista de esta canción, es el verdadero protagonista de la historia que se narra a lo largo de todo el álbum; pues sus peripecias o vicisitudes son el reflejo de la lógica que atraviesa el entramado social que se denuncia, así como la experiencia de la anonimia que se recusa: no estar para nadie, no recordar a nadie, no importarle a nadie.
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