martes, 28 de marzo de 2017

AVRIL LAVIGNE - PARTICULARIDADES I


La lírica de AVRIL LAVIGNE se mueve alrededor de una tragedia: la de un amor inasible o imposible. La biografía constata esta idea cuando se repara en lo exigua que ha sido su felicidad, pero más allá de esta realidad, donde la anécdota se recoge como un pasaje transparente entre vida y obra, la tragedia se hace presente a través de una experiencia básicamente estética.
    Lo trágico en la composición de LAVIGNE es el desencanto, así como la certeza de saber que se ha producido un hiato entre el deseo y lo que, finalmente, deviene con el acontecer que se antepone ante él: lo que se retacea o se niega. Porque si la existencia se termina convirtiendo en un fraude, si todo aquello que anhelamos redundará en un tropiezo, perderá, igualmente, sentido evocar o interpelar a los sueños cuando se sabe que éstos nunca se materializarán.
    Este pesimismo en la visión de LAVIGNE impregnará su lírica de un resabio melancólico, como si se atesorara siempre lo que pudo ser, en lugar de valorar lo que se tiene o, a pesar de todo, es. Una confrontación, en otras palabras, equiparable a la distorsión o deformación que se percibe en el espejo cuando se confronta:

    -LO QUE SE VE / LO QUE (REALMENTE) SE PERCIVE: una relación que esclarece una pregunta como la que se interroga sobre si lo que vemos es equiparable o intercambiable por lo que los demás ven.
    -LA FOTOGRAFÍA (O EL FRAUDE) / EL NEGATIVO (EL ORIGINAL): un vínculo que pone de relieve si lo real o lo aprehendido es un correlato de nuestra esencia o compulsión.

    Sin embargo, este pesimismo, en particular, adoptará, en LAVIGNE, la forma de un amor no correspondido y, por lo tanto, de un amor trágico, pues en la frustración (o negación de la ilusión que se cobijaba a través de los anhelos incumplidos) también se reconocerá a TANATOS [1]. En este sentido, en cada muerte que se escenifica como un duelo por lo que se perdió y por lo que no se recuperará, LAVIGNE celebrará un rito cuyo peregrinaje la conducirá a una liberación del mal que se expurgó a través la relación que llegó a su final.
    Concretamente, LAVIGNE contará la historia de la peripecia de su propia vida o del fantasma de ella a través de la fantasía, donde muchas veces, para narrar, se posicionará en un castillo [2] y, otras, en las afueras de su esplendor plutónico o voluptuoso. Es decir, LAVIGNE oscilará entre las tretas de la magia para disuadir o convencer acerca de una realidad (siempre particular, por supuesto), y la apelación al sentido común (o presupuestos de la experiencia ordinaria) para desenmascarar otra realidad: la de la mujer y su abandono, o su maltrato.
    Pero, para narrar esta historia de desencanto, LAVIGNE preferirá inclinarse por un justo punto medio, donde su enunciación se confundirá entre la mezcla del lujo fastuoso del castillo y el enser ordinario de la vida urbana y desprovista de magia. Su vestuario, de hecho, traducirá esta oscilación ambivalente entre la vida fantasiosa y la mundanidad de la ciudad cargada de la hipertrofia del anonimato [3], al coquetear, primero, con la solemnidad del palacio y, luego, conformarse con el lustroso desarreglo de lo prosaico, donde el lujo se diluye en favor de la vinculación con lo esencial del ser humano: la necesidad entrañable de amor, por ejemplo.
    No obstante, será en esta confusión, incluso de género, donde LAVIGNE encontrará la poética de su lírica, y donde componer o cantar se convertirá en un acto atravesado por el diálogo incesante entre el ADENTRO [4] y el AFUERA [5] del marco social. Estar ADENTRO de, por este motivo, será equivalente a constatar o corroborar la contradicción [6] de la sociedad, mientras que posicionarse en los márgenes del AFUERA, se convertirá gradualmente en la única manera de afrontar o superar esa contradicción.
    En la AVRIL varón [7] que se conjugará a partir de la necesidad de existir entre los extraños, la moda [8] se convertirá en el principal flanco del ataque, mientras la AVRIL mujer se inclinará, en cambio, por la reposición de su príncipe [9]. En este sentido, la AVRIL varón se sobrepone a la ausencia del CUENTO DE HADAS [10], mientras la AVRIL mujer se niega vivir sin el exordio de su maravilla. Pero, es curioso, a su vez, que en esta tensión o colisión entre las disposiciones antinómicas del ser mujer de AVRIL, se reconozcan, también, los antagonismos de la sociedad, como si una parte, necesariamente, debiera anular a la otra. Lo cual nos conduce a aseverar que entre la continuidad de la discontinuidad que termina mostrándose como puente de la contradicción, se gesta en germen la semilla de una poética minada por la sombra de su propia destrucción.
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[1] Los antiguos griegos asociaron a TANATOS casi, invariablemente, con la muerte.
[2] En el mismo sentido en que éste se utiliza en los CUENTOS DE HADAS para resaltar el infortunio de las princesas en apuros.
[3] La experiencia de la anonimia es la experiencia de sentirse desamparado ente las vicisitudes de un mundo donde siempre se etiquetará a los incomprendidos como raros.
[4] ¿ADENTRO de la sociedad?, ¿conforme con sus normas e imposiciones caprichosas?
[5] La intemperie o el AFUERA, es el vacío de sentido y, por lo tanto, la oportunidad de crear nuevas reglas para el juego social.
[6] La misma contradicción de la que participa AVRIL al reforzar o ratificar aquello que, primero, denunció por tipificar o etiquetar el comportamiento de la mujer.
[7] Piénsese al respecto en la construcción masculinizada de la chica PUNK.
[8] Del POP, en general, y del consumo vacío, en particular.
[9] O de su KENT si pensamos a estas AVRIL en un sentido más plástico y más cercano a la frivolidad que define a BARBIE y a ese modelo mercantil de mujer.
[10] Entiéndase, en un sentido más amplio, como ausencia de la magia.

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