Fighter traduce en imágenes la dolorosa evolución que atraviesa el artista para alumbrar un rescoldo de belleza tras el dolor que se agolpa en su alma como la amalgama de una pesada carga que morigera su optimismo y menoscaba la fe que alguna vez tuvo en el mundo. En este videoclip dirigido por Floria Sigismondi, una fotógrafa y directora italiana que ha trabajado con artistas como David Bowie o Marilyn Manson, y bandas como Incubus y The Cure, se propone retrotraernos a una desilusión biográfica: la de Cristina Aguilera enfrentada a su padre y, por lo tanto, al pasado ingrato de su infancia y adolescencia, así como a los entretelones de su vida privada tras su reconocimiento como artista en la escena musical norteamericana.
En la canción, sin embargo, no se dan los detalles de esta confrontación, ni se menoscaba la figura paterna a la que se apela y confronta a través del dilema que propone la letra: ser fuerte ante la adversidad; sino que, al contrario de lo esperable por el admirador que conoce los pormenores de su vida privada, la confrontación se vuelca en una paradójica contestación ante el dolor que se generó, ya que la artista no dudará en agradecer abiertamente a su ofensor por hacerla sufrir, pues gracias a ese dolor se ha hecho más fuerte, y gracias a ese dolor ha aprendido a levantarse de los duros golpes que, de manera sorpresiva, da la vida.
Pero, este reconocimiento se trama más bien en un alumbramiento, un alumbramiento que recuerda la transformación que sufre la mariposa: de la oruga marchita que se arrastra en el polvo, al batido de alas coloridas que la desprende del suelo para surcar el firmamento.
No nos debe extrañar, por este motivo, que la primera escena del videoclip comience con una mariposa, una mariposa nocturna que intenta despegar del suelo batiendo sus pequeñas alas. Es decir, desde la primera escena del videoclip se nos da la clave para leer la historia que se nos va a contar, una historia en la que el dolor quedará identificado a lo pedestre y su liberación, a lo aéreo.
Para reforzar esta idea se empleará una metáfora que responde a la ambientación gótica: el fruto mancillado por la miseria humana. Si bien las mariposas suelen alimentarse de cualquier tipo de plantas o frutos, el videoclip se empecina en poner de relieve lo hediondo y la putrefacción como las dimensiones insoslayables de la existencia pedestre, y por lo tanto, como la única cosecha que se puede recoger entre los rastrojos del polvo que se sobrelleva en esta existencia.
Para sintetizar esta idea desde la imagen se apela al color negro, como símil de lo hediondo y lo podrido. El cortejo fúnebre que, de hecho, acompaña a la cantante no solo está vestido de negro, sino que también se apoya para caminar, en una suerte de muletas representadas por las mismas espinas del dolor que lleva incrustadas Cristina en su espalda, en los pliegues de su largo kimono negro que representa el estado larvario que debe transitar la oruga antes de convertirse en mariposa. Los alfileres, como las manchas de color que interrumpen el monocromático color que envuelve a Cristina, son, en realidad, las heridas que lleva grabadas en su cuerpo, acaso como un recordatorio de los tiempos malos, y de cómo éstos terminaron volviendo su piel cándida en áspera, esto es, en algo duro y curtido para la batalla.
La transformación en mariposa, luego de que la oruga alcance el estado de crisálida, es más bien un renacimiento. Tras la muerte en la existencia pedestre, se deja atrás, en un largo sendero hollado por un río de tinta negra que se despega de la cola del vestido blanco de Cristina como si alguien lo escurriera, la hediondez y la putrefacción, en resumidas cuentas, las miserias que acarrearon el dolor. Y, mientras Cristina trepa el muro de piedra para acompañar a sus hermanas en el vuelo, la podemos descubrir sonriendo y envuelta por los colores de un maquillaje que remeda el color ausente en el estado anterior.
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