lunes, 20 de abril de 2015

Rumpelstiltskin y el pacto diabólico


Rumpelstiltskin es uno de los pocos cuentos donde la evocación del Diablo resulta evidente y, al mismo tiempo, sobrecogedora, pues luego de que la protagonista sea encerrada en una habitación abarrotada de paja, la trama se vuelca en un descenso progresivo donde la faena que se asocia a la proeza incumplida: convertir la paja en oro; abre una brecha para que aflore un oscuro deseo que sólo puede ser contestado por la consumación de un pacto diabólico.
    El enano que se presenta ante la protagonista es, indudablemente, una transfiguración del Diablo o, al menos, uno de sus representantes más terribles, pues de acuerdo al imaginario medieval que recupera este tópico, el pacto diabólico se realizaba con Satán en persona o con algunos de sus esbirros más poderosos [1]. Además, el pacto que se le propone a la protagonista, cumple con uno de los requisitos por antonomasia del pacto diabólico: la ofrenda.
    Sin embargo, en este Cuento de Hadas, el enano que auxilia a la protagonista no realiza una apropiación material, sino una apropiación simbólica, debido a que, poco a poco, la despojará de posesiones emblemáticas: el collar, el anillo y, eventualmente, su primogénito [2]. Asimismo, este pacto se formulará de manera oral y aludiendo al significado elusivo del número tres [3], un número a través del que se consagra la mofa del enano sobre el creador de la criatura que se encomienda a su cuidado poniendo en juego su propia alma.
    En otras palabras, a través de la enigmática figura de Rumpelstiltskin, se invocará la no menos enigmática figura del Diablo, para ilustrar un pecado: la avaricia; y como éste corrompe el alma de la protagonista exponiéndola a una degradación progresiva que comienza con la mentira jactanciosa de su padre, la cual se verá duplicada en las propias mentiras que elaborará para sobrevivir, y termina con la aceptación de un trato atroz: entregar a su hijo para asegurar su fortuna.



[1] Cabe aclarar, no obstante, que los tratados de demonología de la época nos informan que el pacto diabólico, en realidad, no exceptuaba a los demonios de menor rango, sino que prescindía de ellos para algunos casos, como el que puede atestiguarse, de hecho, en este Cuento de Hadas.
[2] Metonímicamente hablando, es decir, sin entrometernos en la profunda simbología de estas posesiones que ambicionaba Rumpelstiltskin fingiendo desinterés, el collar representa la posesión, el anillo, la unión, y el bebé, la inocencia.
[3] Recuérdese, al respecto, que la santa trinidad establece tres dimensiones para concebir a Dios y, por lo tanto, tres son las dimensiones que el fiel debe respetar al dirigirse a su creador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario