jueves, 24 de septiembre de 2015
La abolición del sistema y el origen de la teoría del caos
Los esfuerzos de Henri Poincaré por desterrar de la ciencia el fantasma que la interpelaba a sistematizar todo y, por ende, a no desprenderse de la instancia del control sobre la naturaleza, encuentran un respaldo inusitado, muchos años después, en la figura de un matemático y meteorólogo estadounidense: Edward Norton Lorenz.
Mientras estudiaba las variables del clima y cómo éstas dependían de un margen de probabilidad que estimativamente se podía achicar para hacer pronósticos más ajustados a la realidad, Lorenz descubre que las variables no pueden ser predichas de manera apropiada, debido a que minúsculos cambios en las condiciones iniciales del sistema echaban por tierra los cálculos de sus ecuaciones.
Son estos cambios, de hecho, los que sentarán un precedente al momento de volver a impugnar los sistemas lineales y estables, y al momento, en consecuencia, de reconceptualizar la mirada occidental sobre cómo debe ser estudiada la realidad. En detrimento del control que estipulaban las condiciones iniciales del sistema y su enfoque predictivo, se pone de realce la irregularidad inherente a todo sistema y su ajustado margen de probabilidad.
En otras palabras, con Lorenz cae la propensión sistematizadora de la ley y de la regla como visión abarcativa e imperante para dar lugar a una visión más cercana a la imprevisibilidad del caos que rige la naturaleza y que, contradictoriamente, termina generando una armonía.
La tensión que establece la necesidad del control es sustituida por una visión que reconoce su limitación para cubrir el espectro de un fenómeno sumamente complejo e imposible de abarcar en su totalidad, así como su imposibilidad de controlar las variables inherentes al objeto que estudia.
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