miércoles, 30 de septiembre de 2015

¿Qué es lo real en 'The Matrix'?


¿Qué es lo real?, es la pregunta que se nos formula en esta escena donde se duplica la experiencia de simulacro que se realiza a través de la Matrix. Para Morfeo, lo real es el cataclismo que asoló el mundo a finales del siglo XX, el estado catastrófico del que intenta reponerse el ser humano mientras busca una respuesta a su miserable destino: ¿acaso el fin de la opresión del mundo de la máquina? Paradójicamente, Sion, como descubriremos en las posteriores películas de la saga, es un mundo plagado de tecnología, un mundo, en otras palabras, dependiente de los constreñimientos de las máquinas, que aparecerán multiplicadas por doquier.
    Las máquinas, en Matrix, son una prolongación ortopédica de los humanos, su necesaria imbricación para poder desplegarse sobre la hostilidad creciente de un mundo moribundo, sobre los terrones de tierra agrietada e infértil que se desperdigan por encima del horizonte, un horizonte renegrido por el apabullante gris ceniciento de los copiosos nubarrones que bloquean la luz del sol. Por lo tanto, la libertad que Morfeo le ofrece a Neo es una mentira condescendiente, una indulgencia soporífera para aliviar el golpe que se enmarca dentro de una nueva prisión: Sion. Neo, en consecuencia, está condenado a romper con los impedimentos y restricciones de una prisión que se encuentra dentro de otra prisión: la de la mente encerrada dentro del cuerpo y la del cuerpo encerrado dentro de la ilusión de la Matrix.
    Las paredes de metal de Sion son como las paredes virtuales de la Matrix, un grueso pliegue de realidad que separa a los humanos de otra realidad, la realidad que se asoma en la intemperie: el afuera, el horror, la opresión. Dentro de Sion se olvida cómo es el mundo, porque Sion es el mundo, es decir, Sion ha reemplazado al mundo por una coartada más agradable acerca de lo que fue, es o será el mundo de ahora en adelante. Por este motivo, Morfeo apela todo el tiempo al mito para sostener su mentira, una mentira en la que él genuinamente cree: el elegido.
    Sin embargo, desde el punto de vista de Neo, la realidad o lo real se trama a través de una experiencia ligada a los sentidos, esto es, a través de una experiencia básicamente instintiva que requiere de una reduplicación de su experiencia en la Matrix. Por este motivo, Neo no puede concebirse a sí mismo fuera de la Matrix, fuera del cascarón del huevo que hacía tolerable el mundo o que, mejor dicho, le permitía ignorarlo. Al romper la cáscara que lo contiene, al igual que una madre protege a su bebé mientras está dentro de su vientre, Neo se encuentra desligado del mundo. Pero, al despertar, Neo descubre un mundo intolerable y una verdad que deberá maquillar del mismo modo en que Morfeo la maquilló: no hay esperanza, pero hay una profecía que augura un futuro mejor.
    La misión de salvar a la humanidad, entonces, se convertirá en la excusa que les permitirá a ambos escapar de la intemperie, que les permitirá a ambos ser contenidos por los gruesos muros de Sion, el segundo sueño luego del primer sueño, la segunda mentira, necesaria, tal vez, para soportar el desarraigo de la primera mentira.

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