martes, 30 de mayo de 2017

LA CIUDAD DEL CANGREJO - ANÁLISIS III


La forma literaria que escoge SÁEZ para volcar su provocadora reflexión es una variante atípica de la novela breve o nouvelle, una variante que se ensayó durante la incursión de los movimientos de vanguardia en LATINOAMÉRICA, alrededor de la década del 20’ y del 30’. Su acogida, no obstante, no recibió la debida atención de parte del público iletrado que intentó digerirlas, infructuosamente, al remitirse a los esquemas consagrados por la novela decimonónica que se intentaban discutir desde estas nuevas formas literarias.  
    Un escritor mexicano como ARQUELES VELA, que formó parte de estos movimientos de vanguardia y, de hecho, cofundó uno [1], fue uno de los primeros que experimentó con la idea de escribir una novela que quebrara con las estructuras narrativas que nos remitían a conceptos tan importantes como:

    -LA CONTINUIDAD LÓGICA
    -LA EXTENSIÓN O DURACIÓN

    Lo hizo, para ser más preciso, en una novela (o anti-novela si nos remitimos a su estructura antinómica) intitulada como LA SEÑORITA ETCÉTERA, la cual destaca por su narración brevísima, discontinuada y, básicamente, absurda. Por ejemplo, en contraposición a la idea de continuidad que se naturaliza desde el sentido común [2], VELA perfila personajes cuyos rasgos se multiplican indefinidamente, haciendo prácticamente imposible su reconocimiento y, por lo tanto, su vinculación con eventos predecesores [3]
    Sin embargo, SÁEZ está muy lejos de esta pretensión de diversificar los significantes hasta volver inverosímil la reposición del significado, porque lo que le interesa es la ergonomía o economía de las palabras [4] para crear paisajes que concentren, entre su abanico de posibilidades, lecturas que puedan apreciarse del mismo en que se aprecian los detalles de una pintura. Se entiende, entonces, que la novela en su forma más tradicional no logra alcanzar este objetivo [5], debido a que los detalles se relegan en favor del desarrollo de la acción, por lo que la minucia que propone la descripción pasa a segundo plano.
    En la narrativa de SÁEZ, en cambio, la minucia del detalle reivindica la descripción y narra la acción desde allí. En otras palabras, SÁEZ es pura descripción y, por lo mismo, puro paisaje. Los nombres que escoge para denominar a sus relatos no nos dejan ninguna duda sobre esta elección:

    -CUADROS
    -ESTAMPAS
    -RETRATOS

    En efecto, SÁEZ pinta cuadros o retratos, y crea estampas para reconstruir la contradicción de nuestra naturaleza, una naturaleza que aspira a perpetuarse en la vida pero termina recabándose (acomodándose) en la muerte. El paisaje que recrea SÁEZ es elocuente en este sentido:

    Sobre los límites curvos de la costa, las niñas juntan en un baldecito las parábolas del mar, guarismos que la naturaleza recompone entre sus dedos inocentes.
    Separan latas, papeles, vidrios y botellones plásticos en bolsas de supermercado. Aíslan la basura y alzan solo las abreviaturas de la vida, esos restos de cadáveres que han decidido coleccionar. Ellas dicen que juntan caracoles [6].

    Por un lado se alecciona a la vida, pero, inmediatamente, se da paso a la muerte, porque la muerte no puede separarse de la vida, ni de su incumbencia:

    Mientras,  el pescador elige a la más gorda y movediza de las lombrices, la clava en el anzuelo y la arroja al mar. Pesca, engaña criaturas indefensas, mata para comer, impide que los más grandes devoren a los más pequeños [7].

    Sin embargo, en SÁEZ la relación natural entre uno y otro orden queda desrealizada por la pulsión humana que delata, debido a través del detalle se entrevé la verdad:

    Obsesionadas por lo correlativo ordenan tesoros en cajas de madera, con la impiedad de las brujas y la insensibilidad de un taxidermista [8].

    Las niñas de su cuadro no son inocentes, ni mucho menos encantadoras, ya que hayan en la muerte que plaga su recorrido un placer, el placer por coleccionar, pero también por clasificar los objetos de una colección viscosa, oscura y retorcida, donde el espécimen que la realiza se identifica con la materia orgánica en estado de descomposición o el tejido muerto. Por otro lado, el espacio de juego que, en otras tradiciones representativas convocaría una imagen grata de la infancia o el idilio que la caracteriza, se remplaza por un terreno árido y plagado de cadáveres, cadáveres que desnudan la mezquindad de una vida hirsuta e ingrata, que confirma su mezquindad e ingratitud en un final donde se expone a las niñas a la inmisericordia del mundo: quedarse huérfanas luego de haber sido testigos privilegiadas del deceso inesperado del padre que antes intentaba pescar algo de comida.
    Pero, todos estos detalles que forman parte de la minucia de la descripción, no se leen en la primera aproximación al estilo irreverente de SÁEZ, debido a que están allí desperdigados o superpuestos en un tejido (o red) que es impermeable, pero que a medida que lo recorremos, a medida que lo repasamos, se flexibiliza permitiendo entrever, como ocurre tras contemplar detenidamente la escena que se retrató en el óleo de una pintura, las relaciones secretas que la capa porosa de la realidad oculta con su imagen afable.
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[1] El ESTRIDENTISMO que, como su nombre lo indica, pretendía crear desarmonía, puesto que lo estridente es precisamente eso, lo que se contrapone a la armonía, y por extensión, al concierto y al acuerdo creado sobre lo que reconoce como belleza o arte en general.
[2] El lector a través de la concatenación de eventos que establece la ley de la causa y el efecto, haya conexiones nos remiten a una temporalidad (porque algo sucede antes y algo sucede después) y a una espacialidad (porque la acción se desarrolla en un espacio concreto).
[3] De allí, de hecho, proviene el nombre de la novela, ya que el personaje que le da nombre, al no mantener una relación causal entre los eventos pretéritos que lo definieron, continuamente está redefiniéndose, especificándose y abriéndose a otras posibilidades.
[4] En el sentido, incluso, poético del término, puesto que se pone de manifiesto durante esta búsqueda combinatoria o musical, una intención de crear belleza y comunicar sensaciones muy profundas de manera análoga a la poesía.
[5] Y, por este mismo motivo, no le sirve a SÁEZ como soporte de enunciación para dar cuenta de su propuesta estética.
[6] Sáez, Carlos Santos. “Mañana de pesca” en La ciudad del cangrejo y otros cuadros argentinos. Buenos Aires: Ediciones Lea, 2004, p. 16
[7] Sáez, Carlos Santos. “Mañana de pesca” en La ciudad del cangrejo y otros cuadros argentinos. Buenos Aires: Ediciones Lea, 2004, p. 16
[8] Sáez, Carlos Santos. “Mañana de pesca” en La ciudad del cangrejo y otros cuadros argentinos. Buenos Aires: Ediciones Lea, 2004, p. 16

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