viernes, 2 de junio de 2017
LA CIUDAD DEL CANGREJO - CONCLUSIÓN
SÁEZ perfila una narración que se descorre del lugar de enunciación usual del género novelesco para crear una correspondencia pictórica y, por lo mismo, una hibridación entre la pintura y la descripción narrativa que la homologa. Lo cual equivale a decir que a este escritor no le interesa contar una historia en términos tradicionales, ni mucho menos desde el lugar usual que pauta la narración lineal o cronológica, esto es, a partir de la concatenación de hechos sucesivos que responden a un orden concreto.
Pero, esto se explica porque, al igual que ocurre con el lienzo donde se plasma la argucia de la pintura, no existe una determinada línea de sentido a seguir en la narración de SÁEZ, al menos ninguna línea que exceda o contraríe las pistas que se diseminan alrededor de la escena retratada. Por lo que, en principio, nos podría llegar a parecer que su estrategia narrativa se puede atacar por cualquier lado, lo cual es un error desde la arista o perspectiva que se pretenda indagar como una proposición semiológica [1].
Porque, el problema es que, las aristas o perspectivas que se propone discutir SÁEZ, no son tantas, ni tampoco están aisladas unas de las otras. En otras palabras, el campo semántico [2] que nos propone SÁEZ está bastante definido de entrada, ya que se reconoce desde a una abdicación y, hasta me atrevería a decir, una repulsión por el intransigente devenir de la historia argentina, menoscabada siempre por las mismas variables sociales, económicas y políticas, o, lo que es lo mismo, por la inevitable redundancia de un ciclo que se inaugura mal y se termina, igualmente, mal.
Sin embargo, en la narrativa de SÁEZ no existen los fatalismos, sino la constatación lógica de que la contradicción que define al argentino: ir para atrás en lugar de para adelante; define su miserable destino. La apelación a la constelación del cangrejo, en este sentido, no es un accidente, sino la evidencia de que ese destino se realiza a través de la influencia nefasta del CÁNCER, esto es, de una enfermedad perniciosa que roe por dentro los órganos de la patria hasta inutilizarlos por completo o, lo que es lo mismo, hasta convertir la extensión de sus garantías en cascarones ahuecados o vaciados de contenido.
Entonces, en la ARGENTINA nada prospera, desde la perspectiva de SÁEZ, porque no existe una iniciativa de curar a la enfermedad que la corroe, ni mucho menos, extirpar el tumor que se enquista a la alianza que trama la promesa del progreso; la cual se espera que se cumple en un futuro indisoluble, ya que es un futuro que no tiene ningún asidero o pie de apoyo en el mundo real del argentino promedio. Es decir, no hay una voluntad ni del pueblo, ni de sus dirigentes de desandar el camino trazado por la enfermedad, debido a que la enfermedad se ha terminado convirtiendo en la cifra secreta del destino que maniobra el barco de los argentinos, con independencia que en el pasado, en el presente o, incluso, en el futuro se perciba la posibilidad de un naufragio.
En consecuencia, la literatura que se proponga contar la historia del dilema de la existencia cancerígena del argentino, no puede aspirar a la totalidad [3] de las narrativas [4] que discutieron políticamente [5] su destino, debido a que éstas fallaron en su iniciativa discursiva, del mismo modo en que falló o se marchitó el sueño que cobijaron creyendo que se podía reeducar la consciencia del obrero explotado. Lo cual, redunda en el hecho de que la única realidad a la que puede aspirar esta literatura es a ser tan miserable como la misma miseria que se propone retratar en términos pictóricos.
Sin embargo, esta iniciativa pesimista se terminará convirtiendo en una contradicción o negación de la misma negación, debido a que la instancia de lectura o recepción que se lleva a cabo desde el lector, privilegia una lectura que requiere mucha reposición y, por lo tanto, la existencia de un lector decididamente activo durante la elaboración de la lectura; lo que sugiere que SÁEZ dialoga a futuro o con otra generación, una generación que hipotéticamente se alzará por encima de la idiosincrasia de la miseria y cuya apuesta se convertirá en el germen de un fruto que madurará con el esfuerzo de la comprensión, pues, ¿acaso el principio de la cura de una enfermedad no se ha encontrado siempre en su racionalización?
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[1] Entiéndase como cualquier segmento del texto que puede ser evaluado (leído en términos críticos) para organizar una lectura interpretativa. Se sobreentiende que tal segmento resulta relevante por su flexibilidad o labilidad, esto es, por su pluralidad de sentido y, en consecuencia, por los significantes denotativos o connotativos de los que se carga a medida que se desmenuza (indaga) su especificidad. [2] O articulación de las relaciones que sostienen entre sí los términos de una proposición.
[3] O la narración de época que se tramaba en la novela burguesa o decimonónica.
[4] Me refiero a la estética realista y a la estética naturalista, pero sobre todo a la realista y a sus variantes, debido a que fue ésta la que redefinió, en varias ocasiones, la manera de escribir literatura en la ARGENTINA.
[5] Los aportes del GRUPO BOEDO, constituido por figuras literarias como LEÓNIDAS BARLETTA, ELÍAS CASTELNUOVO, NICOLÁS OLIVARI o ROBERTO MARIANI entre otros, resultan muy valiosos para pensar el papel que se le atribuyó a la literatura durante las décadas del 20’ y el 30’ conforme avanza estrepitosamente el siglo XX.
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