martes, 20 de junio de 2017

METALLICA: RIDE THE LIGHTNING - RESEÑA


Entre las desgracias (algunas biográficas) que sobrevuelan las composiciones que forman parte de la primera etapa de METALLICA destaca, por su peculiar virulencia o hincapié en la descomposición de la integridad de los ritos a los que apelara antaño el alma humana, RIDE THE LIGHTNING, un álbum literario en muchos aspectos y abiertamente político en otros; algo que no debería extrañarnos si nos remitimos a las licencias que se toma el género que inaugura, de hecho, la propia banda.
    El TRASH, como su nombre lo indica, es una variante del metal estridente de los 70’, quien pese a su estridencia o coqueteo inarmónico buscaba ensamblar melodías pegadizas [1]; al mismo tiempo que armaba una genealogía bastarda o satánica [2]. Los tecladistas, con este propósito, en muchos casos reescribían las partituras de los pianos eclesiásticos para generar una atmósfera pesada o ritualista que convocaba otro tipo de misa. De este modo, la marginalidad del METAL, un género que comenzaba a gestarse de manera autónoma a la tendencia que marcaba el ROCK en aquella época, reivindicaba esta autonomía de su género madre para realizar una transgresión: crear fieles para un nuevo credo.
    Este espíritu rebelde, es recogido por el TRASH, pero con otro propósito: cambiar el foco de atención. La IGLESIA, con sus contradicciones como institución, ya no se privilegiara como blanco de ataque, ya que no es la única institución que peca de caer en incoherencias constitutivas. Para el TRASH el blanco por excelencia debe ser la política. En principio, porque sus decisiones nos afectan a todos, pero, también, porque, en esa arbitrariedad que se manifiesta con cada decisión mal tomada, se sienta un precedente histórico que no debe relegarse al olvido.
    En otras palabras, el TRASH machaca el discurso malsonante de la política para demolerlo y mostrar su contradicción, ya que en esa mostración del bochorno (o exhibición, en un sentido erógeno o pudoroso) que genera, puede recuperarse algo de la vergüenza de la integridad que perdió el ser humano al deglutirlo o metabolizarlo sin discutirlo. Lo cual nos lleva aseverar que el TRASH confronta siempre de una manera violenta, pero sin caer en la banalización de la violencia.
    Por otro lado, el sentimiento de la vergüenza, que recupera el TRASH, es productivo para activar otros mecanismos, mecanismos que se oponen a las posturas (o imposturas) que afianza el discurso político:

    -LA OBECIENCIA
    -EL CONSENTIMIENTO
    -LA SERVIDUMBRE

    La rebeldía del TRASH, en este sentido, no es tácita o, lo que es lo mismo, no se infiere de su contenido, sea éste literario o musical, sino de su referente, porque su referente no se disimula, ni se oculta. El TRASH, para expresarlo con otras palabras, vocifera sin tapujo cuál el motivo de su descontento, como si al hacerlo pretendiera darle una bofetada a su público, acaso para despertarlo o sacarlo de su conformidad.
    El TRASH, entonces, habla todo el tiempo de la injusticia y del precio que se paga por vivir en un sistema incapaz de condenar al criminal, y, por lo mismo, de la (mala) política. No obstante, y pese a las similitudes o correspondencias que existe entre las bandas que cultivaran este género, habrá una diferencia radicará sustancial que las separará, ya que no serán las mismas las estrategias que se adoptarán para realizar esta crítica.
    El caso de METALLICA, por este motivo, es particularmente interesante, ya que no solo funda el género, sino que lo asocia a dos líneas semióticas complementarias:

    -LA CRÍTICA SOCIAL
    -LA REFERENCIA INTERTEXTUAL

    La primera fundamenta el discurso del TRASH, esto es, le da material del cual hablar o discutir. La segunda, en cambio, se desliza como el producto de una lectura y de una filiación que nos remite al movimiento PUNK [3], para trazar, de inmediato, una interpretación ambivalente [4] del monstruo, que, en el caso de METALLICA, siempre tiene un rostro humano o, por lo menos, se define como una reminiscencia de él. El caso más emblemático, lo ofrecen los cortes de difusión que giran alrededor de la mitología lovecraftiana de UNFORGIVEN, pero no son los únicos, ni tampoco agotan los recursos literarios de la banda.
    En resumidas cuentas, RIDE THE LIGHTNING exhibe a través de sus letras y de su puesta en escena [5], los principales rasgos del proyecto artístico de METALLICA o, si se quiere, el andamiaje de su controvertida poética, una poética donde se denuncia la incoherencia de un sistema que prefiere entregar en una bolsa  a uno de sus ciudadanos [6], en lugar de garantizar su integración en la sociedad, ofreciéndole su seguridad o, lo que viene a ser lo mismo, el cuidado de su integridad.
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[1] Lo cual no es un defecto, sino una virtud que, lamentablemente, está desvalorizada. Primero, porque no se percibe una continuidad entre la estridencia y la armonía, que es algo que maneja muy bien METALLICA. Segundo, porque se le atribuye a la primera una capacidad de transgredir (porque se oye mal, porque molesta) que no se reconoce en la segunda. Tercero, y no menos importante, porque se asocia o confunde todo lo que es melódico a la némesis neutral del ROCK: el POP; algo que, por supuesto, también es relativo e infundado.
[2] Considérese, al respecto, el tema que le dedica OZZY OUSBOURNE al brujo moderno autodenominado como ALEISTER CROWLEY: MR. CROWLEY.
[3] La banda que se convierte en una referencia inevitable es THE MISFITS, sobre todo si se considera la admiración de algunos miembros de la banda por ella. Entre ellos, CLIFF BURTON.
[4] Porque fluctúa, varía o se metamorfosea, del mismo modo en que fluctúa, varía o se metamorfosea el rostro humano.
[5] Para comprender esto no hay más que recordar la espectacular función que METALLICA realizó en el OAKLAND STADIUM el 31 de agosto de 1985, y en particular la descollante interpretación de FOR WHOM THE BELLS TOLLS, una canción que se hace eco de la novela homónima de ERNEST HEMINGWAY al dramatizarla episódicamente.
[6] La reiterada crítica hacia la guerra se multiplica a través de un denominador común: lo ABSURDO.

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