lunes, 26 de junio de 2017

METALLICA: RIDE THE LIGHTNING - ANÁLISIS I


RIDE OF THE LIGHTNING se abre con una puesta en escena, pues tras el telón que se descorre, se nos invita a ser copartícipes de un clima apacible y reconfortante que anuncia la llegada de una tormenta que es inevitable. La idea que se nos transmite parece ser muy clara: nada dura, nada se conserva o, la paz se trueca por las desavenencias. Esa tormenta, como se sabe, es la guerra y el estruendo de sus rayos o centellantes relámpagos que se marcan con los machaques de las guitarras, se corresponde con el bramido de las bombas que estallan sobre objetivos civiles:

    Destruye el universo, conviértelo en nada.
    La guerra nuclear nos pondrá a descansar.

    La puesta en escena o dramatización bélica, entonces, se hace eco de una lectura socio-política, pues a partir del contraste melódico de dos paisajes, se establece una oposición. Desde la contradicción que, todo el tiempo se recuerda, se vertebra el grueso de la canción:

    Haz a los otros lo que ellos te hicieron a ti.
    Pero, ¿en qué demonios se está convirtiendo este mundo?

    Mientras nos aventuramos dentro del terreno de una campiña, donde el sol declina o llega a su opúsculo, comenzamos a advertir que pronto se anunciará una noticia fatídica, y que el idilio que, cortésmente, se mantenía a expensas del encanto del paisaje campestre, de un momento a otro se desvanecerá para dar lugar a la catástrofe que asoma entre los escombros del bombardeo:

    Llenos de miedo,
    todos vamos a morir.
                                                                                              
    La rispidez o la dureza con la cual está cantada la canción, intenta hacerse cargo del momento frenético del bombardeo. Sin embargo, la prisa, la urgencia por capturar esa tragedia impide que se termine de mostrar la esencia de la pérdida. Sobre todo si se considera la brevedad o concisión que se le otorga a la misma desde el apartado musical, un apartado que se queda a medio camino de la realización técnica del propósito o meta trazada desde la letra de la canción o andamiaje literario:

    El tiempo es como un fusible, es corto y arde rápido.

    No obstante, algunas de las metáforas a las que apela la letra, logran darle forma al escenario bélico desde un ángulo menos trillado y más profundo. El fusible como metonimia del tiempo, por ejemplo, encaja a la perfección con la idea de un lenguaje moderno para poder cifrar (o descifrar) la experiencia moderna. De este modo, la banalidad de lo prosaico emerge como el nexo necesario para repensar la lógica del mundo, una lógica que se asemeja a la de una instalación eléctrica cuyo corto o punto ebullición ha llegado a su tope, tras superar el único límite que la podía compensar o equilibrar: el fusible.

    El Apocalipsis está aquí, como lo dije en el pasado.

    Sin embargo, la trama de la letra agrega otra arista en su significación. Se retrotrae en el tiempo, que metaforiza con un dispositivo eléctrico que previene la sobrecarga, para localizar un referente bíblico: el profeta. De este modo, la lectura bélica se ratifica (confirma) en una correspondencia apocalíptica, que refuerza la idea de que se ha cumplimentado el tiempo del hombre y que el destino que le aguarda tras haber arruinado el mundo, es enfrentar la muerte:

    Pronto, nuestros pulmones se llenarán del aire caliente de la muerte.
    Los dioses carcajean, así que toma tu último aliento.

    Tras la alegre despedida de la mañana vespertina que se atesora como una caricia, tras haber dejado atrás el paisaje agreste iluminado por el sol que nos alentaba con su roce cálido, un panorama desolador le aguarda al hombre, un panorama hollado por la destrucción que regó con sus propias bombas. Y, mientras el eco del estribillo martillea con la realidad de una pesadilla marcada por el sinsentido:

    Combate el fuego con fuego.

    Poco a poco nos percatamos que ese paisaje que quedó atrás era el idilio, la inocencia y acaso nuestra infancia, ya que el mundo que se impone después no se reconoce con el perfume de una rosa, ni por el aroma que embriaga una caricia, sino por el roce bituminoso de un veneno que se irradia a través de los alveolos del pulmón hasta dejarlo negro y marchito como una flor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario