lunes, 8 de diciembre de 2014

Datos sobre Caperucita Roja


 Una de las primeras versiones que se codifican por escrito de Caperucita Roja es la de Charles Perrault (1628–1703), un escritor francés que solapa bastante la violencia del relato oral, pero que deja entrever para el lector cauto, dónde comienzan las escenas que, tal vez, el decoro de su época le impedía transigir.
    Estas escenas son las mismas sobre las que se detiene Paul Gustave Doré, un artista francés que se granjeó de un respetable nombre como ilustrador.
    Doré marca tres momentos que son claves:

    01. El diálogo insidioso y malintencionado que mantiene el lobo con Caperucita Roja mientras éste la intercepta en el cruce de caminos del bosque:

    Le preguntó adónde iba, y la pobre niña, que no sabía que peligroso es detenerse a escuchar a un lobo, le respondió: 
    - Voy a ver a mi abuela y llevo una torta y un tarrito de manteca que le envía mi madre.

    02. La abuela descuidada que refleja la misma falta de cautela que su nieta mientras el lobo trepa hambriento sobre su lecho de descanso:

    El lobo sacó la clavija y la puerta se abrió. Se arrojó sobre la buena mujer y la devoró en menos de lo que canta un gallo, porque hacía tres días que no comía.

    03. Caperucita Roja protegiéndose con la sábana arropada ante la mirada feroz del lobo oculto tras las ropas de su abuela:

    - Abuela, ¡qué orejas grandes tienes!
    - Es para escuchar mejor, niña mía.
    - Abuela, ¡qué ojos grandes tienes!
    - Es para ver mejor, niña mía,
    - Abuela, ¡qué dientes grandes tienes!
    - Son para comerte.

    Entre todos estos momentos que marca Doré a través de sus ilustraciones, los que resultan más significativos son el primero y el último de ellos.
    El primero, porque recorta uno de los temas que la literatura medieval ha retomado una y otra vez. Me refiero al bosque, que no es otra cosa que una metáfora de la confusión y los enredos en los que las personas pueden caer si no andan con algunos reparos en la vida.
    El bosque, además, es un lugar oscuro e intrincado donde las personas deshonrosas buscan guarecerse u ocultarse o bien, atrapar desprevenidos a los viajeros incautos.
    El último, porque recrea la escena que deliberadamente Perrault intenta suavizar apelando a descripciones algo evasivas pero que, no obstante, resultan contundentes por lo que sugieren.
    Por otro lado, en esta escena que recrea Doré desde la ilustración se logra ver cómo Caperucita Roja protege su cuerpo, al mismo tiempo que su rostro angelical refleja todo el peligro que su ingenuidad de niña le impidió ver antes.

    La versión de los Hermanos Grimm

    Jacob Grimm (1785-1863) y Wilhelm Grimm (1786-1859), en cambio, no escatiman ningún detalle para dar forma a su versión de Caperucita Roja. Por ejemplo, reponen:

    - De dónde obtuvo Caperucita Roja su caperuza roja, pues se nos dice que su abuela:

    Un buen día le regalo una caperucita de terciopelo rojo, y como le sentaba muy bien y no quería llevar otra cosa, la llamaron Caperucita Roja.

    - La advertencia del mundo adulto sobre los peligros de apartarse del camino correcto.
    - Los desdeñosos pensamientos del lobo antes de fraguar su plan para cazar a Caperucita Roja.
    - La ayuda inesperada de un extraño solidario: el cazador que oportunamente pasaba por la casa de la abuela.
    - El desenlace fatal del lobo hambriento.
    - La lección de Caperucita Roja:

    Caperucita Roja pensó: “Ya no te volverás a desviar en toda tu vida del camino, si tu madre te lo ha prohibido”.

    Sin embargo, en esa reposición se pierde algo que Perrault intentaba poner de relieve: la figura del lobo identificándose con la figura de un abusador.
    La violencia que Perrault dociliza no logra solapar el trasfondo del relato, la violencia que ensalzan los Hermanos Grimm, por el contrario, termina ocultándolo:

    Se cuenta también que, una vez, Caperucita Roja le llevó de nuevo a la abuela pastas, y otro lobo le habló y la quiso desviar del camino. Caperucita Roja se guardó de hacerlo y siguió directamente su camino, y le dijo a la abuela que se había encontrado con el lobo, que le había dado los buenos días, pero que la había mirado con tan malos ojos, que si no hubiera estado en un lugar público, la hubiera devorado.

    Los Hermanos Grimm, a diferencia de Perrault, sienten que deben darle un final feliz a su lector, además de una invaluable enseñanza. Por este motivo, lo que Perrault no cuenta se convierte en el único rastro verderamente comprobable de las malas intenciones del lobo.








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