lunes, 8 de diciembre de 2014

Datos sobre las fábulas


Las fábulas surgen como relatos orales que luego se codifican por escrito. Como todo relato oral, las fábulas dependen de la transmisión más o menos fidedigna de sus relatores y, por ende, de los extravíos de la memoria en lo que éstos podían incurrir durante la transmisión.
    Esto quiere decir que las versiones que nos llegan de las fábulas no son estables, sino que admiten más de una variación. Se trata, muchas veces, de pequeños detalles que se omiten o que se agregan y que, en consecuencia, modifican el espíritu del relato original, si es que alguna vez existió un relato original del que se desprendieron los demás relatos.

    El didactismo atemporal

    No obstante, se acuerda que el objetivo fundamental de las fábulas es dejar una enseñanza, básicamente moral, para la vida. Lo cual nos sugiere que, a pesar de que las fábulas no privilegiaran un público en particular, gran parte de ellas estaban destinadas para los niños, ya que ellos son mucho más susceptibles para captar este tipo de enseñanzas.
    No por nada se data entre uno de sus probables orígenes, las cortes orientales, debido a que en ellas los reyes se encontraban muy preocupados por la educación de sus hijos y, por lo tanto, en el futuro que les deparaba el gobierno de su reino.
    Sin embargo, aquí también aparece el valor de la fábula como fuente de sabiduría, algo que se desarrolla con bastante profundidad en la antigua Grecia de mano de autores como Esopo.

    ¿De qué dependen las variaciones?

    En pocas palabras, de los autores que las codificaron por escrito, pues éstos privilegiaron alguna versión durante la codificación, aunque, como se sabe, muchos combinaran más de una versión en la codificación.
    Por otro lado, la misma codificación es alterada por los propios autores, pues se trata de autores cultos versados en el arte de la escritura y, por lo tanto, de autores interesados en agregarle al relato su propia impronta, esto es, su propia visión del mundo.
    Los autores más respetuosos, tan solo por ponerles un nombre, conservarán el espíritu original de la tradición del relato oral, sea esta tradición oriental, antigua o medieval. Los más creativos, por llamarles de alguna manera, en cambio, darán rienda suelta a su imaginación y se apropiaran de las fábulas reescribiéndolas.

    Rasgos estructurales de las fábulas

    Las fábulas comparten ciertos rasgos que a lo largo del tiempo se irán modificando, esto es, adaptando a las necesidades de los autores que las recogen para codificarlas por escrito.
    Pero, a pesar de estas modificaciones, se ha mantenido siempre, acaso como algo inevitable, la necesidad de delegar en las futuras generaciones una enseñanza.
    Asimismo, otro rasgo que ha perdurado durante mucho tiempo es la utilización de ciertos animales que representarán, invariablemente, determinados caracteres humanos. Algunos de estos animales son:

    El zorro/a, raposo/o: representa la astucia, el engaño y la mentira.

    El lobo/a: en algunas tradiciones, al igual que el zorro/a o raposo/a, representa la astucia, el engaño y la mentira; pero, en otras, como la tradición medieval, representa el apetito voraz, la glotonería o, incluso, la lujuria, como bien nos informa Dante Alighieri en el canto que antecede a la entrada al infierno de su Divina Comedia.

    El asno o burro: representa al ingenuidad, la torpeza y, en el peor de los casos, la llana estupidez.

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