lunes, 26 de enero de 2015

Las melodías orales del medioevo



En el medioevo la palabra escrita no guardaba el mismo hábito que el monje que tenía acceso a ella, pues descansaba en el papel para adquirir luego vida en la lengua, en el sonido que profería la voz que la pronunciaba en alto para romper con el silencio y hacer de la soledad una compañía figurada. 
Se trata de un momento histórico donde la palabra todavía se degusta, todavía se la saborea, porque se aprecia su sonoridad, esto es, la resonancia de su musicalidad. La lectura, de esto modo, se convertía en una suerte de puesta en escena, en una remembranza de las antípodas de su celebración comunal, en una vuelta al pasado que engendro sus primeras formas literarias.
    La idea de la lectura íntima, como un espacio consagrado a la introspección, en cambio, es un invento tardío, propio de la modernidad con su desacralización de los ritos, con su insistencia en volver profano todo rescoldo que el hombre consagraba al mundo del espíritu. La modernidad, en este sentido, prescinde del acicate de la palabra recitada en voz alta, de la palabra sonora como vehículo de comprensión, pues confía en el registro escrito como refugio del saber. Pero, en sus orígenes, ¿ese registro no fue codificado junto con rasgos sonoros?, o, lo que es lo mismo, ¿apelando a su musicalidad?
    Dónde y cuándo comienza la modernidad, o cuántas modernidades hubo - entiéndase el término como una metonimia, un símil de modernización –, no es una pregunta que me interese responder o esté en condiciones de responder ahora, así como tampoco creo que sea la pregunta adecuada para pensar lo que ocurre con la lectura cuando transgrede el espacio del monasterio o la reclusión eclesiástica para plegarse en otros ámbitos como el que le ofrecieron las lenguas romances o vulgares.
    Sin embargo, tal vez sea la creación de la imprenta la que drásticamente cambia la relación del lector con el libro. Es decir, la aparición de una máquina – hablando con laxitud, por supuesto -, la responsable de crear un espacio de lectura diferente, de un espacio de lectura donde la degustación se trastoca por el entretenimiento. Un problema que el egoísmo de las castas no estaba dispuesto a resolver, pues en este momento de la historia el saber se custodiaba celosamente, ya que las castas más bajas de la sociedad no podían acceder a la palabra.



No hay comentarios:

Publicar un comentario