lunes, 8 de junio de 2015
La conciencia culposa de Rachel Creed
La esposa de Louis Creed, Rachel, esconde un secreto inconfesable: cuando era tan sólo una niña deseaba que su hermana enferma de meningitis espinal muriera para no tener que cuidarla. Pero, la excursión al cementerio refresca lo que su memoria había sepultado y, al mismo tiempo, pone de relieve la vergüenza que sus padres le habían cargado para no ser azorados por la culpa de su pérdida.
Sin embargo, no es sino hasta la muerte repentina de Missy Dandridge, la empleada doméstica, cuando la huella vívida de este recuerdo aletargado por el paso del tiempo eclosiona, así como la culpa malsana de una deuda no resuelta. Ante los ojos de Louis, Rachel necesita reconocerse no como una víctima, sino como un victimario.
Rachel, se ve a sí misma como la responsable directa del dolor de Zelda, aunque no porque haya sido la responsable de su sufrimiento, sino porque era incapaz de conmoverse ante él. En el linde de su confesión, Rachel termina recuperando un momento clave de su pasado, el momento en que Zelda expira su último aliento y ella desciende alarmada por las escaleras dando la nueva noticia a todos los presentes: “¡Zelda ha muerto!”; grita a viva voz, incluso, cuando abandona la casa, incluso, cuando nadie, más parecía oírla.
Pero, en este momento de dolor, reconoce Rachel ante el desconcierto de su esposo, en realidad, parecía estarse riendo, regocijándose ante la idea de que no tendría que cargar más con la charola de plata con la que servía a su hermana como si fuera una sirvienta. Por este motivo, no es casual que la muerte de Missy Dandridge se haga eco de este episodio polémico, pues al igual que Zelda, Missy soportaba estoicamente como la felicidad de la esposa de su patrón se derrochaba por doquier mientras ella tenía que conformarse con su soledad y con los dolores intestinos que la consumían por dentro.
La culpa de Rachel, por lo tanto, es una culpa mezquina, ya que es incapaz de permitirse ser feliz y de asumir o reconocer que en la muerte de Zelda, así como en la de Missy, en realidad, no tiene nada que reprocharse. En la manutención de su culpa, Rachel descuida a su familia, pues socaba la alegría de cada uno de los miembros de su nuevo hogar.
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