jueves, 30 de julio de 2015

La reclusión involuntaria de 'Kikasaru' en Rachel


En medio de la disputa conyugal de un matrimonio fallido, Rachel silenciará, tal vez sin quererlo, tal vez sin proponérselo, al pequeño Aidan; pues mientras éste deambula a su alrededor, lo ignorará por completo. Ante la incisiva preocupación de su maestra por los extraños dibujos que realiza su hijo, Rachel tan sólo dirá que Aidan no es de los que hablan, pero que si realmente hubiera un problema ella ya lo sabría. Es decir, Rachel relativiza la importancia del mundo del niño, ya que es incapaz de comunicarse con él, o como si no fuera importante intentarlo.
    Absorbida por la disyuntiva que enfrenta su anhelo de realizarse en el terreno profesional, o bien postergar este sueño para encargarse de las necesidades de Aidan, Rachel parece no dudar en anteponer las demandas de su profesión en lugar de abocarse a los constreñimientos de su maternidad. Pero la explicación de este egoísmo habría que buscarla en Noah, y en lo que Noah representa para Rachel: ¿acaso una vergüenza?, ¿acaso una ofensa?, o ¿un desafío que tiene que ser sorteado?
    Rachel no se puede permitir renunciar a ser una mujer independiente, porque no hacerlo significaría reconocer que, para continuar lidiando con los avatares de su existencia, tiene que refugiarse en Noah: ¿económicamente?, ¿sentimentalmente? Por este motivo, durante este empecinamiento a asumir su maternidad tenemos que aseverar que Rachel no está negando a Aidan, sino a Noah.
    En otras palabras, Rachel no se puede ser la madre de Aidan, porque serlo implica reconocerse como un ser incompleto, implica reconocer que para tener una familia necesita al lado un esposo: ¿que la contenga?, ¿que la apoye?, ¿que la acompañe?
    Su condición de madre soltera merma y daña la imagen de independencia y autarquía que quiere demostrar ante Noah. Pero, Rachel es consciente de ello, por lo que intentará disimularlo a toda costa. No es casual que su indumentaria, en gran aparte, sea la de una adolescente, ni que ante la resolución madura de Aidan ante diversas situaciones (vestirse adecuadamente para ir al velorio o levantarse temprano y preparar el desayuno para ir a la escuela) siempre la deje mal parada, como si fuera una suerte de niña caprichosa que se resiste obstinadamente a crecer.
    Hay cosas que Rachel no está dispuesta a escuchar ni a hacer, porque no está preparada ni para escucharlas, ni para hacerlas. Su negación la emparenta con Kikazaru, el mono que quizá involuntariamente no oye, pero no por ello su negligencia es menos culposa.

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