viernes, 8 de mayo de 2015

¿Cómo redactar un buen trabajo práctico?


Un buen trabajo práctico es aquél que interroga a su lector, aquél que sobrecoge sus expectativas, y aquél que lo apabulla con el encanto de su seducción. Las palabras, en él, se seleccionan con cuidado, se las recorta con esmero, y se las vuelca con el afán de ser preciso.
    Los detalles nunca se pueden dejar librados al azar, porque a través de ellos se busca reponer la historia de una lectura, así como los pormenores del esfuerzo que conlleva sostenerla.
    La información que se consigna se hace eco de una pregunta pretérita, y es esa pregunta la que guía cada uno de los argumentos que se intentan dar para demostrar algo. Esa demostración, no obstante, no persigue el mismo objeto que la monografía, porque la monografía se piensa a sí misma como una constatación de un fenómeno que busca explicarse a través de una hipótesis, en cambio, el trabajo práctico se aborda con la libertad que se reconoce en el ensayo.
    Las consignas que lo guían solo son un punto de referencia, una suerte de coordenadas para moverse dentro de un mapa cuya cartografía no está bien delineada, pero se encuentra abierta a la exploración más descabellada.
    Porque, en el trabajo práctico se busca reivindicar a la imaginación como herramienta de conocimiento, como medio para profundizar en el tema, que la primera línea que lo encabeza, comienza.

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