martes, 12 de mayo de 2015
El secreto de Rumpelstiltskin
El engaño de Rumpelstiltskin es socavado por un nuevo engaño, pues la protagonista no dudará en desplegar todos sus recursos para averiguar el enigmático nombre del demonio que embaucó su fe, con tal de salvar la vida de su inocente primogénito.
La oportunidad de recuperar su libertad y, en consecuencia, de librar del tormento al primer descendiente de su estirpe futura, no obstante, no elude la connotación simbólica, debido a que Rumpelstiltskin nuevamente ratifica la presencia del número tres como una condición para la disolución de su pacto.
Es decir, así como fueron tres las condiciones de Rumpelstiltskin para acceder a crear oro a partir de la paja ordinaria, tres también serán las oportunidades que recibirá la protagonista para averiguar su nombre. Sin embargo, en este desafío que lanza Rumpelstiltskin para alimentar la esperanza flaca de la protagonista, hay una nueva treta, pues ningún ser mortal conoce el nombre de los demonios, a menos que los demonios lo revelen voluntariamente.
En consecuencia, la apuesta de la protagonista es una batalla perdida de antemano. Tal vez, por esta razón, en ningún momento vemos que la protagonista busque redención en el amparo de la fe, sino burlar la burla del demonio que la mantiene atada a él, sobreponerse a la adversidad redoblando la apuesta de su contrincante.
En otras palabras, en la búsqueda desesperada por averiguar el nombre del demonio, reconocemos el camino inverso de Fausto, ya que Fausto engaña al demonio para buscar su redención, esto es, para disponer del tiempo necesario que le permite ganar el favor del cielo y librar su alma de las llamas del infierno. En cambio, en la consumación del engaño de la protagonista, no hay redención, porque busca poseer la posesión ilegítima rompiendo un pacto, no liberándose de él.
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