miércoles, 20 de mayo de 2015
La pesadilla de Giuseppe Tartini
El sueño de Giuseppe Tartini se anticipa a una resolución: la que toma el hombre antes de transmutar su alma por un objeto rudimentario de intercambio. Esta degradación, solo equiparable a la que sufre la idea cuando se la vulgariza, cuando la pulsión que la anima se vuelve motivo de usura por parte de la codicia, es la condición que le impone el Diablo antes de servirle y hacer de su intrascendente talento, el legado de una huella imborrable en la historia de la música.
La visita, aparentemente accidental, sienta, no obstante, un precedente para este arte, pues liga la delectación de los sentidos que propiciaba naturalmente, a una suerte de encanto o embrujo, donde el hombre al mismo tiempo que se ensancha o distiende en una experiencia de carácter espiritual, también puede perderse de manera irremisible. El clero, alertado por las notas que comienzan a improvisarse luego de que Tartini componga su famosa sonata inspirada en aquella visita singular: El Trino del Diablo; comienza a sospechar del poder que tiene la música para convocar las fuerzas más primitivas del hombre, para despertar algo a lo que se lo convocaba desde la instauración de la Iglesia como cuerpo de su creencia: la mesura.
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