domingo, 8 de marzo de 2015
5º aproximación al Cuento de Hadas: ¿Cuándo un Cuento de Hadas innova?
La naturaleza se yergue sobre la fantasía como su primer retazo, como el acicate necesario para un esbozo ulterior que, no obstante, aguarda un despliegue inusitado, el batido alas donde antes solo reconocíamos al animal doméstico o, por lo menos, domesticado: ¿acaso no es precisamente esa operación de transformación la que reconocemos en el Pegaso? Sin embargo, en la fantasía la criatura mitológica cede paso a otra transformación, la de la realidad siendo interrumpida por el correlato de la imaginación o, lo que es lo mismo, por el pliegue de la maravilla sobre la realidad, hasta formar una amalgama perfecta, hasta trasuntar ante nuestros ojos el espectáculo de una nueva realidad.
Sin embargo, en este desliz que provee la transformación de la naturaleza, la fantasía no puede permitirse ser contenida por los lindes de la naturaleza, no puede permitirse ser atrapada ni por sus árboles, ni por sus flores, tampoco por sus aromas o perfumes, aunque la seduzcan con la embriaguez de los sentidos, aunque intenten disimular que no van a poner de relieve el artificio. Por este motivo, J. R. R. Tolkien, en Árbol y Hoja, se empeña en señalar que el escritor que aborda la fantasía debe superar la fantasía de G. K. Chesterton:
Mooreeffoc es una palabra imaginada, aunque se la pueda ver escrita en todas las ciudades de este país. Se trata del rótulo «Coffee-room», pero visto en una puerta de cristal y desde el interior, como Dickens lo viera un oscuro día londinense. Chesterton lo usó para destacar la originalidad de las cosas cotidianas cuando se nos ocurre contemplarlas desde un punto de vista diferente del habitual. La mayoría estaría de acuerdo en que este tipo de fantasía es ya suficiente; y en que siempre abundarán materiales que la nutran. Pero sólo tiene, creo yo, un poder limitado, por cuanto su única virtud es la de renovar la frescura de nuestra visión.
La fantasía de G. K. Chesterton resulta insuficiente porque, para Tolkien, la fantasía debe lograr otra cosa, debe lograr no solo recuperar la frescura de nuestra visión enturbiada por la experiencia cotidiana, sino también transportar nuestros sentidos, recreando en ese viaje imaginario una realidad que no se reconozca como imaginaria, sino como una realidad factible, tan factible como la misma realidad de la que parte o despega, tan factible como el propio mundo ordinario que desdeñamos por su chatura o tedio. No otro camino le depara la innovación, no otro camino transita cuando nos devuelve una nueva visión. De nuevo, lo hace no cuando pone al caballo fuera de su situación cotidiana, sino cuando al caballo le da alas para volar.
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