lunes, 30 de marzo de 2015
La Titanomaquia
Diez años duró la batalla que asoló la tierra antes de que el orden resplandeciera a través del Olimpo, antes de que Zeus, luego de acabar con el reinado cruel de Cronos, pudiera sentarse definitivamente en su trono. Pero para que la paz se vislumbrara a través del horizonte, el fuego tuvo primero que consumirlo prácticamente todo, levantando una humareda tan grande que hasta la propia visión de Zeus se viera obturada al momento de blandir el terrible rayo. Nos cuenta, al respecto Hesíodo, en su Teogonía:
Hervía la tierra toda y las corrientes del Océano y del estéril ponto. Una ardiente humareda envolvió a los Titanes nacidos del suelo y una inmensa llamarada alcanzó la atmósfera divina. Y cegó sus dos ojos, aunque eran muy fuertes, el centellante brillo del rayo y del relámpago.
Los titanes cumplieron el mismo destino, ¿acaso como castigo?, ¿acaso como retribución?, que asignaron a sus propios hermanos, los monstruosos Hecatónquiros, con quiénes Zeus afianzo su alianza para gobernar el universo. Éstos reconocieron en Zeus, el principio de un orden imperecedero y el fin de las batallas incesantes que comenzaron desde la aparición de las deidades primordiales, pues en Zeus veían la fuerza necesaria para organizar el caos:
¡Divino! No nos descubres cosas ignoradas, sino que nosotros también sabemos cuán excelentes son tus pensamientos y tu inteligencia.
Y, desde entonces, Zeus será glorificado por sus aliados, no solo por su fuerza, sino por el provecto juicio para perseguir el bien más grande.
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