miércoles, 26 de agosto de 2015

La violencia de 'El Matadero'


Domingo Faustino Sarmiento reconoció en más de una oportunidad, probablemente orgulloso, que su Facundo fue el desencadenante del naufragio que sufrió el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Este panfleto, repleto de referencias históricas exacerbadas por la caricatura de sus contemporáneos, constituye, tal vez, el primer antecedente patrio del binomio que definió la fisonomía de nuestro suelo: civilización / barbarie.
    La barra que escinde a los términos que forman parte del binomio, debe leerse como una cesura, un interdicto, esto es, como un punto irreconciliable, como un enfrentamiento que no admite reconciliación alguna. En otras palabras, Sarmiento opone dos fuerzas, cuyas disputas pondrán en entredicho el destino de una nación. Y, al mismo tiempo que realiza esta oposición, Sarmiento se posiciona como el intelectual que inicia el derrocamiento de uno de los términos enfrentados: la barbarie.
    Sin embargo, esto no es cronológicamente correcto, ya que antes de que se publicara el Facundo, Esteban Echeverría relegaría, de manera póstuma, esto es, prácticamente al olvido, el destino del primer cuento de color local: El Matadero. En él, Echeverría lanzará todos los dardos de su andamiaje estético y poético, para demostrar por qué nunca se alcanzará la civilización mientras el reducto de barbarie que la menoscaba, persista.
    Echeverría termina de escribir El Matadero para el año 1840, es decir, cinco años antes de la publicación del Facundo de Sarmiento. En él confluye el conflicto que define a su generación: el enfrentamiento entre unitario y federales; pero, también, destaca una constante de su pensamiento: la presencia de una tesitura religiosa.
    Echeverría articulará las bases de su pensamiento a los arreglos del clero, esto es, en conformidad con el discurso religioso. Sin embargo, no debemos olvidar que gran parte del sector religioso de aquella época estaba teñido por los colores del distintivo federal y que, por lo tanto, se oponía a la facción política disidente, a la facción política representada por intelectuales como Echeverría.
    No obstante, en medio de esta confusión, Echeverría encontrará una manera de poner en jaque al clero, mostrando como las bases de las formulaciones políticas unitarias descansan en un código de conducta homólogo al código de conducta cristiano. Esto quiere decir, que gran parte del lenguaje que tiñe El Matadero está atravesado por la lógica cristiana y por la necesidad de mostrar cómo el proyecto civilizador unitario puede ir a la par de los valores cristianos, no porque necesariamente crea en ellos, sino porque esos valores dan cuenta del estado que pretende alcanzarse: la civilización.


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