martes, 24 de febrero de 2015

La comarca imaginaria de los hobbits


Para Frodo Bolsón y Sam Gamyi, durante todas las peripecias de su viaje desesperanzado, solo hay una cosa que les devuelve algo de ahínco, una sola cosa que les granjea una sonrisa en sus momentos más grises: la música.
    Cuando cantan recuerdan y, al mismo tiempo que recuerdan, la bruma de la niebla que entenebrece su camino parece despejarse, el sol asomarse a través de los nubarrones que trajeron consigo el chaparrón y los pájaros cantar por encima de los ecos tenebrosos del frondoso sendero que aún les resta recorrer.
    Cuando los hobbits cantan la naturaleza salvaje que los rodea parece replegarse para que en su lugar cobre forma la quietud de la comarca, para que el paisaje agreste del campo rubicundo donde solo se dedicaban a ufanarse en la comida y en los diálogos interminables que traían consigo las historias antiguas, vuelva a percibirse como un sosiego para el espíritu magullado por la batalla

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