A pesar de que algunas de las declaraciones de Stephenie Meyer hayan posicionado a Muse como la banda por antonomasia en la que hay que pensar para comprender sus novelas, creo que es Linking Park la banda que mejor nos pinta el retrato de Edward.
No se trata, como también ocurría con Muse, de una composición basada en el personaje novelesco, pero sí de una apropiación que se realiza desde el montaje del cine, para crear relaciones o correlatos entre las palabras y los sonidos, entre los diálogos y la ambientación de un escenario.
Desde letra, la canción nos pinta un panorama desolador: una escena de abandono y un deseo de olvidar, de convertir el presente en el único tiempo a tener en cuenta. El pasado, asimismo, aparece como una instancia de dolor inenarrable, de allí que haya que olvidarlo y, también, pedir perdón por si volviera a aparecer en el presente.
El videoclip, consuma esta experiencia que propone el yo lírico, transportándonos a la vacuidad que ofrece el espacio, una metáfora de la soledad o del abandono:
El paneo de la cámara por el decorado que da vida al escenario de la nave, recrea la experiencia del desconsuelo, pues el vacío no puede llenarse sin la inmediación de las mismas personas que lo provocaron.
Edward, el vampiro condenado a ser eternamente adolescente es una figura del vacío, de la soledad indescriptible de los siglos que devienen uno tras otro, del tiempo que avanza de manera inexorable hacia la nada, porque no hay un fin, solo la soledad.
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