domingo, 8 de febrero de 2015
Los ritmos de Luis Palés Matos
No toda la vanguardia latinoamericana asumió su experiencia de experimentación mirándose a sí misma, acaso como un reflejo, acaso como una continuación, en los modelos europeos; no, para muchos de los autores latinoamericanos que integraron los movimientos estéticos catalogados como vanguardistas o que, al menos, los discutieron, no había que romper con nuestro legado, con nuestro pasado o con nuestra tradición, sino con la forma en que ese legado, ese pasado y esa tradición se había expresado.
Para Luis Palés Matos, por ejemplo, fueron los modos de transmitir, y no lo que se transmitía, lo que debía cambiar. Desde San Juan, en su Puerto Rico natal, publicó varios poemas en el diario local El Imparcial, poemas donde, entre otras cosas, ensayó su propuesta estética para la poesía, así como su posición frente a la novedad: lo nuevo, para Palés, era encontrarle una forma adecuada a lo viejo, era dar con una forma de mantener vivas las raíces de la identidad de Puerto Rico.
En los poemas de Palés, entonces, lo novedoso no es el contenido, sino la manera en que ese contenido logra adquirir una voz. Literalmente hablando, Palés desliza en su poesía el canto del negro, que no es otra que el canto del esclavo, esa figura emblemática del dolor pero también de la resistencia a la implantación de una cultura extraña; porque el esclavo es un desposeído, pero tiene una voz y, a través de esa voz, mantiene viva su cultura.
Pero la cultura, no solo cobra vida en el canto del negro, sino también en la reproducción de los sonidos de la naturaleza. En Orquestación diepálica, los pájaros se recortan en un paisaje hasta donde, incluso el agua, puede asumir una voz:
Guay! Au-au, au-au… hummmmm…
La noche. La luna. El campo… hummmmm…
Zi, zi, zi, -zi, -zi, co-quí, co-quí, co-quí…
Hierve la abstruse zoología en la sombra.
Silencio! Huummmmm…
Glu-glu-glu-ta-ta-ti-ta-to, ta-ta-ti-ta-to…
El agua negra corre: ta-ta-ti-ta-to… sus…
Y arriba pit-pit-pit, las estrellas, pit, imponderablemente
pican la luna. Mirad: pit-pit-pit-sobre los árboles;
y el viento, escoba bruja barre: flufffff…
De pronto círculos, círculos, círculos,
de los chi-rrí, chirrí, chi-rrí-rrí-;
se alejan chi-rrí chi-rrí rrí, í,
y entran en la gran boca bostezante
del erizado ogro del silencio.
Ja-já, ji-jí, uf! La carcajada
y la tertulia de los búhos isócromos!
Be-eh… Se yergue en dos patas el cabro… be-eh,
y en la lejanía: do-re-mi-fa-sol,
pío, pío, pío, rui-rui-se-ñor, se-ñor-or…
Pzzzzzh, del grillo ríspido y lunático.
¿Qué se aproxima si-gi-lo-sa-men-te?
Chaf, chaf, chaf, chaf: ohr-áu, ohrr-áu-ohrr-áu-au,
y un buey remoto y cósmico en la bruma
la emprende con los perros trasnochados.
Chrrr-áu-áu-mmmuuueee… en la ultranoche
pasa humoso y tremendo como una sombra astral.
Las últimas estrellas demacradas
danzan sobre la niebla vagamente,
y en los difusos pastos sumergidos
cunde un claror lejano y submarino.
Pit… pit… pit… co-quí-co-co-quí… quí…
Pitirr-pitirr, chi-chichichuí, chi-chichichuí…
Chocla, chocla, choc la, mmmee…
Caaacaracaca, pío, pío, caaaracacaaa…
Juá, juá, juá, juá; uishe-ó, uishe-ó, uishe-ó…
Cucurucú! qui qui ri quí ¡Cocorocó!
La naturaleza, que también es una figura de la desposesión, porque el hombre la abandona para habitar en la ciudad, y suplantar la tierra por la grava, los árboles por las casas, los lagos y los ríos, por el sistema de agua corriente o por las redes cloacales; está presente en la música. Palés, a diferencia de otros vanguardistas, escucha el sonido de la naturaleza, en lugar del sonido de la ciudad y, lo logra transmitir a través de un recurso formal: la reproducción onomatopéyica. El canto del negro y el canto de la naturaleza son un mismo canto, pues ese es todo el legado, todo el pasado y toda la tradición que se busca reivindicar desde el recuerdo.
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